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  • BEATO MOISÉS LIRA SERFÍN, M.Sp.S.

    BEATO MOISÉS LIRA SERFÍN, M.Sp.S.

    “Apóstol de la bondad”

    Breve semblanza biográfica

    PROCESO HUMANO-ESPIRITUAL

    Sergio Gerardo Osorio Vigil, M.Sp.S.


  • RECORDANDO AL P. MOISÉS LIRA, M.Sp.S.

    RECORDANDO AL P. MOISÉS LIRA, M.Sp.S.

    EL ENCUENTRO

    Centro Histórico de la Ciudad de Puebla. Diciembre 8 de 1948. Capilla de las Religiosas de la Cruz, calle 5 Sur, entre la 11 y la 13 Poniente. Día de mi Primera Comunión. Las mismas religiosas me habían preparado. Mi familia vivía a una calle, esquina de la 11 Poniente y 7 Sur. Tenía 9 años. Ya entonces  un había en mí un vago deseo de llegar a ser sacerdote.

    Quería ser acólito. Mamá me decía que me iba a llevar a la iglesia de La Concordia porque ella confesaba con uno de los Padres del Oratorio, quienes atendían ese templo. Pero tenía unos vecinos que eran acólitos en la iglesia de la Inmaculada Concepción, que está en la esquina de la 7 poniente y 16 de Septiembre. De niña, mamá había frecuentado ese templo al cuidado de los Misioneros del Espíritu Santo.

    Un día de enero de 1949 acompañé a mamá a misa. Fuimos a ese templo de la Inmaculada Concepción. Salió un Padre a confesar en el momento que comenzaba la misa. Mamá me dijo que fuera a confesarme y le preguntara al Padre qué tenía que hacer para entrar de acólito. El Padre -después supe que se llamaba Salvador Martínez Sosa- me dijo que al terminar la misa fuera a la Sacristía y preguntara por el H. Manuel.

    El mismo H. Manuel González Pedroza nos abrió la puerta de la Sacristía. Nos acomodó en unos sencillos sillones y empezamos a conversar. La Sacristía estaba dividida por una celosía que separaba la estrictamente Sacristía del resto de la estancia.

    La puerta de la celosía se abrió y apareció el sacerdote que había oficiado la misa. Se acercó a nosotros. Era el P. Moisés Lira Serafín. Fue así como, al verlo celebrar, había conocido al primer Misionero del Espíritu Santo. El P. Moisés se incorporó a nuestra plática. Muy sonriente y amable. Inmediatamente me sentí acogido. Salimos y esa misma tarde regresé a formar parte del grupo de acólitos. Desde entonces sentí “La Concha”, así le decíamos, como mi segunda casa.

    LA COMUNIDAD

    Además del P. Moisés, que era el Superior, del P. Salvador y del H. Manuel, formaban la Comunidad de Misioneros del Espíritu Santo los PP. Jacinto Torres Macías, Guilebaldo Márquez Carlos y el H. Mariano Maldonado Moreno. Buenos recuerdos guardo de cada uno de ellos. Como un año después llegó el P. Rafael Marco. De vez en cuando pasaban otros Misioneros del Espíritu Santo. Entre ellos recuerdo al P. Ramoncito López Guzmán que entonces, nos decía el H. Manuel, era el Superior de la Escuela Apostólica de Guadalajara. Frecuentemente llegaba el P. Edmundo Iturbide, el Superior General, y a los acólitos nos gustaba encontrarlo porque nos platicaba muy sabroso y contaba sus aventuras, que seguramente muchas la inventaba, pero que nos tenía asombrados y nos hacía vivirlas en nuestra imaginación.

    La pastoral de los Padres, siendo la Inmaculada Concepción el Templo Expiatorio Arquidiocesano, atendía todo lo referente al culto del Santísimo Expuesto durante todo el día, especialmente las misas y las confesiones. Había 4 confesonarios, dos al fondo y dos en la parte lateral, frente a las dos puertas del templo. El confesonario lateral más cercano al presbiterio era el que usaba el P. Moisés. A cada lado de la escalinata que subía al presbiterio había unos reclinatorios, tres al lado de la Epístola y dos del lado del Evangelio, junto al púlpito; el del P. Moisés era el primero, subiendo la escalinata a la derecha. Los Padres atendían el grupo de Apostolado de la Cruz y de la Alianza de amor que tenía sede en casa de las Religiosas de la Cruz de la que eran capellanes.

    Recuerdo muy bien al P. Moisés haciendo su oración en el reclinatorio y oficiando la misa. Me llamaba la atención que, después de que consumía el Cuerpo y la Sangre del Señor, cerraba los ojos y reposaba su rostro sobre sus manos juntas con los cinco dedos abiertos, justamente sobre los dos dedos índices colocados entre boca y nariz ligeramente aguileña, en íntimo recogimiento. Claro, frente al altar, como se celebraba la misa en esos tiempo

    DINÁMICA DE LA VIDA DE ACÓLITO

    El grupo de acólitos lo formábamos unos treinta y tantos niños, la mayoría estudiantes de primaria. Los días de clases, de lunes a viernes, íbamos llegando a partir de las cinco, cinco y media de la tarde. No todos los días íbamos todos, casi la mayoría. Nos poníamos a jugar en el patio. Jugábamos sobre todo futbol, pero también béisbol, a los quemados y otros, como lucha libre. La parte baja de la casa era sacristía, un salón pequeño para reuniones pastorales, el patio, el cuarto de acólitos y una escalera que subía a las dependencias de la comunidad religiosa. A la planta baja se accedía por la puerta que daba al templo y por una pequeña puerta sobre la 16 de septiembre, junto a un restaurancito que se conocía con el nombre de Pepe Grillo donde hacían huasmole (mole de huaje o guaje).

    A las 6:30 de la tarde se rezaba el Rosario en el templo. Por la puerta de la sacristía que daba al presbiterio entrábamos formados, sin sotana, y nos colocábamos en las bancas pegadas a las paredes laterales, muy cerca del altar. El H. Manuel guiaba el rezo desde el púlpito. Entre misterio y misterio, entonaba el canto Chencho (Crescencio Esquivel), el organista que había estado unos años como religioso Misionero del Espíritu Santo, llegó a ser estudiante de teología en Roma.

    Al terminar el Rosario, salíamos al cuarto de acólitos. El H. Marianito subía al púlpito a animar la adoración del Santísimo. Durante esa media hora o 40 minutos, el H. Manuel nos daba algunos puntos de formación o nos daba algunas indicaciones o se tocaba algo que los mismos acólitos queríamos aclarar, pues el grupo de acólitos tenía un Presidente, un Secretario y un Tesorero.

    Al cuarto para las ocho, salíamos al templo para la bendición con el Santísimo. Los acólitos que tenían servicio de altar –hacheros, turiferario, paño de hombros- se ponían sotana roja con roquete. Al terminar, nos íbamos a casa.

    Frecuentemente, los jueves primeros de mes, todos nos poníamos la sotana y terminada la bendición con el Santísimo, rodeábamos el altar y ahí hacíamos un rato de adoración animada por el P. Moisés o por el H. Manuel. En una ocasión el P. Moisés nos presentó al P. Domingo Martínez y él fue quien nos platicó y nos animó la adoración. Desde entonces conocimos al P. Dominguito como el compañero del P. Moisés desde su primera profesión. Habían sido los dos primeros profesos Misioneros del Espíritu Santo.

    Los sábados y domingos acolitábamos las misas según la lista hecha anteriormente. Los sábados eran especiales. Un sábado, por la mañana, jugábamos futbol en un campo que el H. Manuel había conseguido en terrenos de la papelería “La Tarjeta” y aledaños a las instalaciones de “El Mirador”, el incipiente Estadio de Futbol profesional donde jugaba el Puebla. Llegábamos, lo pintábamos y poníamos las porterías portátiles que guardábamos en una humilde casa vecina. Eran unos partidazos, entre gol y gol, pleitos y patadas. El H. Manuel aprovechaba para corregir nuestro carácter.

    Un sábado jugábamos futbol por la mañana y por la tarde teníamos lecciones de catecismo.  El sábado siguiente íbamos de excursión todo el día con el H. Manuel. Eran unas buenas caminatas por lugares cercanos a la ciudad: Cholula, Bosques de Naucalpan, el Tepozuchitl, el río del Batán y alguno que otro lugar; en autobús llegamos a ir a Río Frío para caminar por las estribaciones del Telapón. Llevábamos nuestras tortas para comer a mediodía y regresábamos al Rosario.

    Además de la vida en familia y de la vida en el colegio, la vida en “La Concha” era lo máximo.

    LA FIGURA DEL P. MOISÉS

    Poco más de un año gocé de la presencia paternal del P. Moisés.

    Por su cercanía con los acólitos, sentíamos que nos acompañaba en todas nuestras actividades. Él y el H. Manuel trabajaban juntos desde hacía años en la atención de los acólitos y habían promovido entre ellos vocaciones para la Congregación. Juntos habían estado en Morelia y ahora en Puebla.

    Frecuentemente el P. Moisés animaba el catecismo de los sábados hablándonos sobre diferentes temas o haciéndonos preguntas. También, a veces, se presentaba en la reunión que teníamos después del Rosario para comentarnos algo.

    Por esa cercanía se establecía entre nosotros y él una íntima afectuosa relación. Nos gustaba que estuviera con nosotros. Queríamos mucho al P. Moisés y al H. Manuel.

    Una tarde, unos 3 o 4 acólitos lo acompaños al pueblo de Amozoc donde él había vivido algunos años de niño. Alguien manejaba el coche y él iba de copiloto, nosotros en el asiento de atrás. El Amozoc de entonces era un pueblo con calles sin asfaltar. El P. Moisés daba indicaciones al conductor y hacía comentarios del lugar.

    En otra ocasión, el P. Moisés nos invitó a dos acólitos, Roberto Parra y yo, a que lo acompañáramos a Apizaco. Temprano, por la mañana, nos  fuimos en tren. Llegamos a casa de unas Religiosas a las que iba a dar unas pláticas, seguramente para su día de Retiro Espiritual. Nos dejó en el jardín de la casa y él subió al segundo piso. Después de un rato se asomó y nos dejó caer unas monedas para que fuéramos al parque, que estaba enfrente de la casa, y nos compráramos unas paletas. Acompañamos al P. Moisés en la comida que nos sirvieron las religiosas y regresamos a Puebla en el tren. Era una tarde soleada y el P. Moisés nos platicaba. Olvidé el contenido de la conversación pero ese pequeño viaje se me quedó grabado como un hermoso día.

    El último recuerdo que tengo del P. Moisés en el contexto con nuestra vida de acólitos, fue un día a principios de abril de 1950, a dos o tres meses de su muerte. Ese día nos acompañó a un paseo especial que hicimos por el rumbo de Xonaca, cerca de Atlixco. Después de comer lo que habíamos llevado, ya de regreso a Atlixco, nos agarró un fuerte aguacero y el arroyo que teníamos que cruzar venía crecido, por lo que nos tuvimos que meter al agua que nos daba  arriba de la rodilla. Todos nos empapamos. Días después el P. Moisés empezó a estar mal y se lo llevaron a México a curarse. Ya no regresó.

    ÚLTIMOS RECUERDOS

    A fines de ese mes de abril, nos llevaron a México a unos cuantos acólitos para estar presentes en la consagración de la Capilla de la Inmaculada, Patrona la Escuela Apostólica. He constatado fecha: 26 de abril de 1950. Mons. Luis María Martínez fue quien la consagró. Tengo una vaga impresión de que ahí estuvo el P. Moisés. Si ahí estuvo, fue la última vez que lo vi como lo conocí. Poco después lo internaron en el Sanatario Rougier, que atendían sus Hijas, las Misioneras de la Caridad de María Inmaculada.

    Dos veces estuve en ese Sanatorio.

    Mi padre tenía un pequeño negocio de ropa y fábrica de camisas. Por esta razón frecuentemente viajaba a México. De vez en cuando me llevaba. Fue así como un día que íbamos a ir, mis padres me dijeron que le preguntara al H. Manuel González la dirección del Sanatorio para ir a ver al P. Moisés. Cuando llegamos a México, les dije a mis padres la dirección. Llegamos a la Av. Insurgentes, no recuerdo el número, pero ahí no había ningún Sanatorio. Entonces rectifiqué y di la correcta. Era la Av. Revolución. Caminando lo encontramos. A pesar de nuestros esfuerzos, no lo pudimos ver. Las religiosas nos dijeron que estaba muy delicado.

    Poco después, a unos días de morir, vi al P. Moisés por última vez. El P. Rafael Marco nos llevó a unos 4 o 5 acólitos en el coche de la comunidad. Entonces sí nos dejaron verlo, pero desde la puerta de su cuarto. Estaba inconsciente. Le cubría desde el pecho una cubierta de plástico transparente y tenía una mascarilla de oxígeno.

    Luego, el P. Rafael nos llevó a comer a casa de su hermano por la Av. Melchor Ocampo y regresamos a Puebla.

    LA HERENCIA

    Los acólitos sentimos mucho la noticia de la muerte del P. Moisés.

    Un día me encontré solo en el presbiterio del templo. Sentado en la banca que usábamos los acólitos y que hacía esquina con una columna del templo. Desde ese rincón miraba la custodia del Santísimo Expuesto. En ese momento reafirmé mi decisión de ser Misionero del Espíritu Santo. Estaba por cumplir 11 años. Año y medio después entraba a la Escuela Apostólica. A lo mejor me encontraba con el P. Moisés.

                                                                           Enrique Sánchez, M.Sp.S., 74 años después.


  • VOLUNTARIADO FÉLIX DE JESÚS

    VOLUNTARIADO FÉLIX DE JESÚS

    Generación Artesanos de Misericordia

    Soy Eduardo Olan de Mérida, Yucatán y por un mes tuve la experiencia de vivir y servir en el albergue “Hospitalidad y Solidaridad” en Tapachula, Chiapas. Para mí fue una buena experiencia, donde pude acompañar a muchas personas, fue mi primera experiencia realizando un voluntariado. Recibí un buen apoyo por parte del Volfej y de la coordinación del albergue, conocí un poco más la realidad de los migrantes y refugiados y reconocí que lo que les falta no solo es comida y ropa sino también mucho amor y que sientan acompañados en su proceso, algunos llegan y se quedan por meses y otros llegan y se van pronto.

    Es bonito encontrarse con las personas, escucharlas y acompañarlas, vivir una vida de Misión te ayuda a salir al encuentro del otro, ser cercano a las personas y sobre todo encontrarse con ese Dios amoroso.

    Tuve la oportunidad de encontrarme a Dios en las personas, no solo de los usuarios sino en los demás voluntarios que me acompañaron en ese mes.

    Ha sido una experiencia para discernir también que quiere Dios para mí, no solo experimente la solidaridad, también fueron todos los ejes vitales que he aprendido en los grupos de Pastoral Juvenil Vocacional y que nos invitan los MSpS a tener presentes en nuestra vida, sentido de comunidad, sentidos de vida y experiencia de Dios.

    Voy cada vez iluminando mi vocación. Me gustaría repetir una experiencia así, el servir a los demás me llena de vida y entregar mi vida así me hace muy feliz, con lo que me quedo de la experiencia de ser voluntario es que hay que vaciarse de uno mismo, dejar personas, conocer otras, pero sobre todo amar, en todos los tiempos y en todas las personas.

    Eduardo Olán

    Voluntario

    Voluntariado Félix de Jesús


  • 25° aniversario de la casa conchita

    25° aniversario de la casa conchita

    El jueves 29 de agosto, celebramos el 25° Aniversario de Fundación de la Casa Concepción Cabrera de Armida, ubicada en la carretera San Antonio Cacalotepec, San Andrés Cholula, Puebla.

    La Casa Conchita, como le llamamos más familiarmente, fue fundada el 16 de julio de 1999. El P. Vicente Monroy, M.Sp.S., como Superior Provincial, erigió canónicamente esta comunidad de Misioneros del Espíritu Santo con la finalidad de brindar una atención más adecuada y digna a nuestros religiosos ancianos y enfermos.

    Le agradecemos a los 12 Misioneros del Espíritu Santo que a lo largo de estos 25 años han vivido su ministerio en la atención a nuestros hermanos mayores, así como a todos los hermanos que desde esta comunidad nos dan un testimonio de entrega y fidelidad en su vocación.

    Les compartimos este video para hacer memoria agradecida de los Misioneros del Espíritu Santo que han sido parte de esta comunidad.


  • Nuestra Historia

    Nuestra Historia

    Hace 100 años

    CC CCA pp. 92-96. Septiembre y octubre 1924

    Septiembre 30
    En cama todos estos días con una gripa fuerte y bronquitis. ¡Todo por Dios! Mil pequeñas mortificaciones, soledades, etc. etc. etc…

    Concluye el mes y yo en la inercia más congelada que pueda existir.

    ¡Oh Dios de mi corazón y de todo mi ser!, ¿y esto es vivir la encarnación mística? (…)

    – Octubre 4
    Comencé el mes en cama y he seguido enferma. ¡Bendito el Señor por todo!

    Gozo

    Se juntaron 180,000 firmas, casi en todos los estados, para pedir al I.S. Mora, [Excmo. Sr. José Mora y del Río] que se consagrara el congreso Eucarístico al Espíritu Santo, y en la primera junta fue concedido. También que al concluir el Congreso Eucarístico se selle consagrando al Espíritu Santo toda la nación.

    ¡Qué viva el Espíritu Santo! (…)

    ¡Señor!, que en estos ocho días que va a durar el Congreso todos mis minutos sean para Ti.

    Te doy gracias, Señor, por el grande fruto que por la gira de los Misioneros en varias partes de la República, hayan hecho tanto bien, hayan sembrado la semillita, hayan sido recibidos honrando la Congregación (…).

    – Octubre 11
    Fui a Catedral al Congreso Eucarístico y mucho me conmovió la esplendidez del culto y los miles de almas que aclamaban a Cristo Rey.

    Hace 50 años

    MISIONERAS DE LA CARIDAD DE MARIA INMACULADA

    VEINTICINCO ANIVERSARIO DE NUESTRA APROBACIÓN CANÓNICA

    Padre, nuestro júbilo está en Ti, fuente de toda alegría, porque al celebrar el XXV Aniversario de Aprobación Canónica de nuestra Congregación, palpamos la sublimidad de tu amor que es vida, y aumenta en nosotros el gozo de nuestra donación total

    Hace 25 años en la Iglesia Catedral de San Luis Potosí, presidiendo el acto el Excmo. Sr. D. Gerardo Anaya y Diez de Bonilla (Q.E.P.D.), entonces Obispo de la Diócesis, y en presencia de nuestro amado Padre Fundador (de feliz memoria), tenía lugar la Erección Canónica de nuestra Congregación, acto por el cual nacíamos oficialmente en la Iglesia que nos reconoció como Instituto Religioso. (…)

    ¡Cuántos favores de Dios el Padre bueno, de Jesús nuestro Hermano, y del Divino Espíritu en estos veinticinco años pasados bajo el manto de la Inmaculada Virgen María! Justo era dar gracias de manera solemne y también pedir perdón. Muchas de nuestras Hermanas celebraron en el Cielo este acontecimiento y seguramente, junto con nuestro Padre Fundador, intercedieron por nosotras. (…)

    Banquete Eucarístico

    (…) Vivimos momentos de sentida emoción en el “brindis sorpresa” que, a iniciativa del Excmo. Sr. Arturo Lona Reyes, ofrecieron a la Congregación nuestros invitados. (…)

    El Dr. Manuel Falcón dijo haber echado a andar su imaginación, y haciendo una alegoría en forma poética, inspirado en la arquitectura barroca de las Iglesias de San Luis Potosí, personificó a dos angelitos, uno blanco y otro negrito. El angelito blanco lo llamó San Félix y al negrito lo llamó San Moisés, ambos en la presencia soberana de Dios. San Moisés, que era un poco tímido y humilde, se acerca a San Félix y codeándolo un poco le dice: Hoy que celebramos con gozo santo en la eternidad las Bodas de Plata de vida en la Iglesia de mis hijas, debemos pedirle a Dios un regalo especial para ellas. San Félix, participando de la alegría del hijo y de las nietas, se dirige al Padre Eterno y le dice: “Mira, te las brindo”.

    Tomado del Cor Unum de Julio y Septiembre de 1974 pp. 111 y 112. Caja 13 Cor Unum

    Hace 25 años

    Septiembre de 1999 Moisés de Jesús. Un tesoro en un vaso de barro

    El Arzobispo de México Card. Norberto Rivera Carrera, el 23 de junio entregó a las Misioneras de la Caridad de María Inmaculada y a los Misioneros del Espíritu Santo el Edicto por el cual declaraba abierto el Proceso de la Causa de Canonización del Siervo de Dios Moisés Lira Serafín, MSpS., Religioso, Sacerdote, Fundador, hermano nuestro en el camino de la vida y futuro modelo para las mujeres y los hombres del tercer milenio.

    Pero ¿quién es Moisés Lira Serafín? Permítanme presentarles algunas pinceladas de actualidad sobre nuestro hermano Moisés como “probadita” que despierte en nosotros, el deseo de conocerlo.

    El P. Félix de Jesús Rougier de su puño y letra escribió el 4 de febrero de 1917: “Libro de Actas de Profesión. Acta No. 1 “Moisés de Jesús” (Moisés Lira Serafín, de Puebla. El suscrito, Pbro. De la Sociedad de María, (…) recibí los primeros votos del H. MOISÉS DE JESÚS (…)”

    Nueve años después, el P. Félix nos revela cómo veía él a P. Moisés: “Muy amado hijo: Acabo de recibir de S.S. Pío XI el permiso tan ardientemente deseado. Mañana Dios Mediante, haré mis votos perpetuos en la Congregación de Misioneros del Espíritu Santo.  He querido avisar sin demora a mi primer compañero. Moisés es el primogénito entre los Misioneros del Espíritu Santo.

    Como lo describe el P. Félix, Moisés Había nacido el 16 de septiembre de 1893, en Tlatempa, barrio de Zacatlán de las Manzanas, en el Estado de Puebla. La muerte le arrebató a su madre a la edad de 5 años, y las segundas nupcias lo separaron de su padre cuando iniciaba su adolescencia. Estos acontecimientos dejaron honda huella en el alma de Moisés, quien a la edad de 33 años y desde Roma, escribió: “Mi bueno y muy amado P. Félix de Jesús: ¿Le podré decir que estoy en paz? (…) la nube que viene a nublar el azul del cielo es la falta de confianza para con mi superior (…) Pida mucho por mí y no deje que bendecir a este “solitario””.

    Moisés sabe, con las mujeres y los hombres del tercer milenio, la hondura de la soledad del corazón y la necesidad de la cercanía afectiva. Con ellos desea compartir su experiencia de salvación.  “En Roma le mandé decir a Nuestro Padre Félix: ya no aguanto, ya no puedo… pero nunca, en medio de todo, dejé a Nuestro Señor, le decía yo: tú lo sabes, si Tú no me ayudas, yo no puedo. Nada más la pura fe me sostuvo… y ¡claro! Pasó la prueba. ¿Qué se necesita? ¡Más Dios, más Dios!”

    En este momento de gracia, en el que, al hablar de Cristo Sacerdote y Víctima, lo descubrimos un Cristo Solidario hasta el extremo. Moisés nos aparece confesando y auxiliando a los enfermos de viruela negra, literalmente amontonados en el Lazareto de Tlalpan. Ahí se contagió enfermándose tan gravemente que el médico lo desahució. En el México de los 30’s, marcado por la guerra, la persecución religiosa y la pobreza, Moisés piensa en hacer visible el amor y la ternura del Padre de los cielos, tendiendo la mano a los más pobres y necesitados con el apostolado de la bondad. Y piensa entonces en un grupo de “religiosas en el mundo” que abrieran las puertas a toda persona necesitada sin más requisito que el de la necesidad.

    Una viñeta más: ahora que entre los Misioneros del Espíritu Santo recuperamos lentamente el deseo de hacer de la dirección espiritual, el más característico de nuestros medios, una respuesta concreta para los hombres y mujeres de nuestro mundo, Moisés nos aparece como un apóstol del confesonario y de la dirección espiritual: “ansío trabajar como y cuanto pueda en un confesonario, en la oscuridad, en el silencio”, “No aspiro a más, no a tener almas hijas, dirigidas, sino a amarte y hacerte amar de todos, eso y no más…”

    El haber sido nombrado Postulador de la Causa me ha llevado a la aventura de conocer “al primer compañero de nuestro Padre Félix”; Moisés huérfano, solitario, solidario y apóstol, me ha comenzado a revelar su secreto de cohesión interna, alegría y fecundidad: “Mi espíritu propio es ese caminito de la infancia espiritual, de la pequeñez, del abandono”. De ello escribía el P. Salvador Sánchez: “El que haya recibido este carisma de Infancia Espiritual, yo fui testigo de ello en muchísimas ocasiones, cuando lo oía predicar daba gusto oírlo hablar de la Paternidad de Dios, daba gusto ver cómo se emocionaba cada vez que tocaba ese tema.  De veras sacudía, de veras impresionaba… Se daba uno perfectamente bien cuenta de que no era una cosa aprendida de memoria, sino que era una cosa “vivida”; él hablaba como un verdadero hijo cuando se trataba de Dios, y él hablaba de Dios como un verdadero Padre, de veras con ternura que impresionaba”(…).         Domenico Di Raimondo, MSpS.

    Tomado de la Editorial del Cor Unum de Septiembre de 1999 pp. 115 y 116. Caja 31 Cor Unum