¿Quiénes somos?

Nuestra identidad

Los Misioneros del Espíritu Santo somos un Instituto religioso clerical de derecho pontificio, cuyos miembros pueden ser sacerdotes ministros, diáconos permanentes o Hermanos. Fuimos fundados por el Ven. Felix de Jesús Rougier  el 25 de diciembre de 1914, en el Tepeyac, Ciudad de México, bajo la protección de Santa María de Guadalupe.

Ven. P. Felix de Jesús Rougier (centro) con otros Misioneros

Somos una de las cinco Obras de la Cruz, que nacieron en la Iglesia por iniciativa de la Beata Concepción Cabrera de Armida y fueron aprobadas por la Sede Apostólica gracias al celo pastoral del Ven. Mons. Ramón Ibarra y González, primer Arzobispo de Puebla, México

Beata Concepción Cabrera

Cruz del Apostolado

Nuestra Espiritualidad

los Misioneros del Espíritu Santo hemos sido llamados a seguir radicalmente a Jesucristo sacerdote y víctima, contemplativo y solidario, con el propósito de transformarnos en él y compartir sus sentimientos sacerdotales, animados de sus mismas cualidades y virtudes: amor, pureza y sacrificio.

Bajo el impulso del Espíritu Santo imitaremos a Jesús, en su amor obediente al Padre y en su amor humilde al ser humano, en su pureza y en la santidad de su vida, para ejercer nuestro sacerdocio bautismal, ofreciéndolo y uniéndonos con él, como ofrendas agradables a Dios. De esta manera, unidos al sacrificio de Cristo, seremos víctimas de expiación y consolaremos su corazón sacerdota.

El espíritu de la Congregación se actualiza en nuestra vida ofreciendo al Verbo Encarnado y ofreciéndonos con él al Padre, a imitación de María, para la salvación y santificación del mundo.

Nuestra Misión

Como apóstoles del Espíritu Santo y de la Cruz, somos enviados a extender el reinado del Espíritu Santo, construyendo el Pueblo Sacerdotal, generando procesos de santidad e impulsando el compromiso de solidaridad.

Nuestra Congregación pertenece a la vida y santidad de la Iglesia y vive en ella para su edificación. Incorporados a Cristo por el bautismo y unidos íntimamente al misterio de su Cuerpo, que es la Iglesia, por la profesión de los consejos evangélicos, consagramos totalmente nuestra vida a Dios y al servicio de su Pueblo.