TESTIMONIOS DE LOS(AS) VOLUNTARIOS(AS)

Hola queridas personas que lean esto
¡Espero que estén muy bien!
Soy Sofi Morán, voluntaria originaria de San Luis Potosí.
Tuve la oportunidad de realizar mi voluntariado en el Centro Comunitario Félix de Jesús de Rougier (CCFJR), en Tuxtla Gutiérrez.

Allí mi servicio tomó muchas formas: acompañé como psicóloga a adolescentes, compartí talleres socioemocionales con mujeres, enseñé inglés a niñas y niños, apoyé en el área de Recursos Humanos, en la creación del huerto intensivo y en el mantenimiento del centro.
Lo más valioso que aprendí es que no podemos resolver las situaciones de marginación que viven las personas, pero sí podemos verlas, escucharlas, validarlas y acompañarlas en su proceso. La lucha contra las injusticias sociales puede ser dura porque cambiar el sistema parece imposible; sin embargo, siempre vale la pena, porque en el camino sí podemos abrazar y sostener a quienes más son vulnerados por él.
Este voluntariado me recordó que, aun en medio de las limitaciones, la esperanza se siembra en lo cotidiano y florece cuando nos atrevemos a compartirnos con los demás.



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Hola,
soy Christian Can
—aunque muchos me dicen “Gio” por mi segundo nombre jeje.
Tengo 23 años y soy originario de Mérida, Yucatán.
Tuve la oportunidad de realizar mi voluntariado en el albergue para migrantes Hospitalidad y Solidaridad A.C. (HyS), en Tapachula, Chiapas. Mis principales funciones fueron brindar atención humanitaria: desde recibir a las personas migrantes hasta acompañarlas en sus primeras necesidades de alimento, higiene y apoyo en diversas actividades.
Son muchos los momentos que guardo con cariño, tanto con los colaboradores y compañeros voluntarios, como con la población migrante. Pero lo más valioso que me llevo es haber redescubierto el sentido del servicio. Yo creía conocerlo porque en mi vida cotidiana el servir siempre había estado presente; sin embargo, ahí comprendí que el servicio está profundamente ligado al amor y que ninguno de los dos puede sostenerse por sí solo.
Hoy entiendo el voluntariado como un acto complejo y hermoso que une servicio, amor, convicción, fe y esperanza. Una experiencia que no solo transforma la vida de quienes acompañamos, sino también la nuestra.



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Hola,
soy Clarissa Díaz Acosta,
originaria de Comalcalco, Tabasco.
Tuve la oportunidad de realizar mi voluntariado en el Albergue Hospitalidad y Solidaridad, en Tapachula, Chiapas, acompañando a personas en situación de movilidad.
Al principio pensé que vivir esta experiencia sería algo religioso y lleno de rituales; sin embargo, descubrí un compromiso 100% humanitario, con personas que necesitaban ayuda, dignidad y acompañamiento. Y fue justamente ahí donde comprendí que Dios se hace presente en cada gesto, mirada e historia de vida.
En el albergue me encontré con la vida misma: niños que se alegraban con un simple globo, madres que agradecían un plato de comida y personas que cargaban toda su historia en una mochila. También me encontré con mis dudas y mi cansancio, pero aprendí que servir es dar sin esperar recompensa, ofrecer humanidad sin protagonismo y sembrar amor, como nos recordaba el Padre Félix.
Esta experiencia me transformó. Aprendí a hacer comunidad con otros voluntarios, a descubrir que acompañar es también aprender, y que la solidaridad es un camino que se construye día a día. Hoy me quedo con más preguntas, más certezas y, sobre todo, con más ganas de seguir sirviendo, porque entendí que en lo humano y en lo sencillo, Dios siempre se hace presente.


DADA
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