«Remar mar adentro» Travesía por la segunda Asamblea Provincial

Josué Emmanuel Suaste Vargas, M.Sp.S.

«Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: “perecemos” (Mc 4, 38), también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos».

 Papa Francisco  

El clima templado de Valle de Bravo, su hermosa vista al lago y sus bien remodeladas instalaciones, fueron el escenario óptimo para un encuentro fraterno. Los días 29 de enero al 02 de febrero tuvimos la 2ª asamblea provincial. El evento contó con la participación del equipo de liderazgo congregacional, el Consejo provincial, los animadores locales, los coordinadores de proyectos, los hermanos que habían sido votados como representantes de generaciones y algunos hermanos en formación. También contamos con la novedosa presencia de Guadalupe Guillen, Liz Guillen, Gloria Hernández, Carmen Hernández y Eduardo Martínez, laicos vinculados a los proyectos de misión. Como a los pescadores llamados en el Evangelio nos unía una misión compartida, un deseo de «remar» juntos y una tarea de vislumbrar una «nueva orilla» que nos mostrase un puerto nuevo para la misión. «¡Pasemos a la otra orilla!» (Mc 4, 35).

Día primero, estamos en la misma barca 

Como ya hemos insinuado, el texto de la tempestad calmada del evangelio de Marcos (Mc 4, 35-42) fue la mística que nos acompañó durante este encuentro sinodal. El primer día se conformaron grupos de trabajo y se nos explicó el método de escucha espiritual que nos acompañaría durante la asamblea. Al caer la tarde hicimos una procesión inaugural que quería significar el deseo de caminar juntos en torno a la Palabra y en medio de la oscuridad que muchas veces nos abruma.  Al calor de una hoguera pedimos Espíritu de unidad en la diversidad y nos compartimos la luz. Era una metáfora de nuestra espiritualidad de la Cruz pascual donde la luz compartida vence la tiniebla y en donde la fuerza de lo débil se convierte en signo del Padre en medio del mundo.  

Día segundo, creación de la atmósfera necesaria para el discernimiento 

¡La cosa se va poniendo interesante! Seguimos con la metáfora de la barca. Ahora con el tema de la pesca y el énfasis en la misión. Tuvimos el momento de iluminación: resonamos sobre un texto esperanzador del cardenal Aquilino Bocos y la escucha activa y receptiva del aporte de los hermanos sobre la realidad de las comunidades. Terminamos la mañana haciendo síntesis de las «luces del Espíritu» que encontramos en la voz del cuerpo provincial.  Pero no sólo de oración y reflexión vive la gente. Como cada día, a mitad de la jornada, tuvimos un espacio para el deporte y esparcimiento. Más de alguno se tomó muy enserio la metáfora de la barca y la pesca e hizo de la piscina su espacio vital. Otros quisieron recordar viejos tiempos y disfrutaron del tenis. Unos más, aprovecharon el tiempo del deporte, fueron a degustar la gastronomía típica del centro de Valle.  Por la tarde, Pepe Loyola nos propuso el nuevo escenario congregacional de internacionalización y Fernando Falcó nos presentó los resultados de una investigación sobre la perspectiva a futuro del personal en la provincia. Se nos hizo notar el envejecimiento del personal y la necesidad imperante de la promoción vocacional. La realidad se iba imponiendo a las ideas. Concluimos el segundo día de trabajo con la Eucaristía, la cena y unos juegos propuestos por los hermanos en formación.

Día tercero, no nos faltó la cruz

Si bien este fue un día más tranquilo en cuanto a propuesta de trabajo, fue intenso en cuanto a emociones y sentimientos. La noticia del cierre abrupto de nuestra presencia en Guastatoya-Guatemala, que nos dieron la tarde del martes, y la constatación de que muchas veces hemos perdido presencia estratégica y vínculos con las diócesis, marcaron la hondura de nuestras reflexiones. Y para hacer más constatable que siempre hay imponderables, uno de los hermanos de la asamblea nos comunicó que tenía Covid. Fuimos conscientes de nuestra vulnerabilidad, y a pesar de ello entusiastas. Prudentemente, el hermano se aisló y, después de las medidas preventivas necesarias, continuamos con el ritmo de la asamblea. 

Con este «realismo esperanzado» fuimos definiendo las prioridades y criterios que creemos son los elementos indispensables para las futuras decisiones del rumbo provincial. En el compartir, poco a poco, llegamos a la moción de que el discernimiento no estaba en abrir o cerrar presencias, sino en cuidar nuestra vida religiosa y favorecer ambientes comunitarios sanos, como asidero necesario para luego impulsar las presencias pastorales significativas que respondan a la realidad desde nuestro carisma; así como fortalecer las instancias de servicios específicos: Cruces-Fundación Rougier y Horizontes creativos. Estos elementos de consenso fueron elaborados gracias al trabajo en grupo. El grupo fue convirtiéndose de alguna manera en una pequeña comunidad de base en la que se purificaban los aportes personales, se definían las constantes, que luego eran compartidas y reflexionadas en el plenario.  Los momentos de compartir espontáneo después de la cena, fueron convirtiéndose en espacios de descanso para hacer los ecos de lo vivido durante el día (salvo para los hermanos del filosofado que trabajaban hasta muy noche haciendo las actas de lo trabajado. ¡Ojalá les diese puntos en sus asignaturas de filosofía!).

Día cuarto, «traer a la memoria a los que han pescado antes que nosotros» 

A la par que pensábamos en el futuro, recordábamos con gratitud a aquellos que han soñado la congregación antes que nosotros. En la mesa eucarística, unos signos nos habían venido acompañando: unos pescados, unos papeles con nuestras luces, unas huellas que tenían escritos nuestros nombres como signo de caminar juntos   y también las fotografías de algunos de los hermanos que han muerto este último tiempo: Checo García, Lalo Sarre, Juan Molina y José Luis Fernández. En ese significativo ambiente de comunión y con lo iluminado previamente, dimos por aprobado con unanimidad el documento síntesis de las prioridades y criterios. En la asamblea no faltó el debate, la reflexión compartida y el gusto institucional por ser «muy precisos» en la elaboración de la redacción y el lenguaje.

Junto con los criterios y estrategias para la toma de decisiones,  trabajamos el documento de las líneas estratégicas para el  caminar provincial, a saber: la misión compartida con laicos, la pastoral vocacional como criterio de innovación, el  cuidado de nuestra salud integral, la búsqueda de una mayor articulación eclesial y social,  la promoción de un estilo de liderazgo incluyente y participativo, la institucionalización en espacios de misión y la innovación en el modelo de gobierno provincial. Al finalizar este día con la Eucaristía, Enrique Sánchez nos motivó a agradecer la vida y audacia de Mons. Ramón Ibarra y, en este tenor, Eugenio Ramírez nos invitó a agradecer también a los que han estado antes que nosotros. De alguna manera, querido lector, querida lectora, estuviste presente ese día en nuestra asamblea, ya sea porque compartirnos misión o porque eres parte de lo construido a lo largo de muchos años y hoy nos sentimos corresponsables en el cuidado de esto que un día vimos brillar. 

Día quinto, ofrecer como María el frágil don que se nos ha dado

Concluimos nuestra asamblea el 2 de febrero, fiesta de la presentación del Señor y día de la vida consagrada. En la misa de clausura, previa a los asuntos varios, Pablo Héctor (animador provincial), inspirado en el texto de la presentación, nos motivó al diálogo y a la cooperación intergeneracional. Tenemos en nuestras manos algo frágil como el niño en brazos de Ana y Simeón.  En lo pequeño se encarna el Verbo, en nuestra congregación, sus miembros y sus proyectos. Volvimos a la imagen de la hoguera inicial y al camino andado entre todos y todas. Como signo final de la misa, Enrique Sánchez ( el mayor de todos los presentes) y Andrés Cruz (el menor de los misioneros) nos dieron la bendición. La mayoría expresaba un sentimiento de profunda gratitud y de ser enviado a la tarea de «con la guía del Espíritu, esperanzar nuestra vida y misión». Duc in altum.

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