Hace 100 años
Noviembre 1924 – CC CCA Tomo 45 pp.107 – 112
Muy surtido de dolores ha sido este mes.
[…]
Penas de otras clases muy surtidas, las espinas de todos colores.
Bendito seas, mi Jesús, y que todo sea para tu mayor gloria y bien de las almas.
Me mandó el I.S. Martínez un escrito que se titula: “Este es mi cuerpo, esta es mi sangre”. Lo envié para “La Cruz” y que les sirva a muchas almas.
Debo explotar ese asunto importantísimo plenamente. Tiene por raíz esa oblación mística, el perfectísimo amor maternal, que es una admirable participación del amor del Padre y, por consiguiente, [108] una divina y copiosa efusión del Espíritu Santo.
Ese amor, que debo vivir a cada instante, debe hacerme ofrecer, a cada instante también, en una oblación única a Jesús, a mis hijos y a mí, tres víctimas en una.
Aunque mis penas y mis sacrificios cambiaran o se acabaran (que afortunadamente para mí no se acabarán) la inmolación interior, ni cambia ni se acaba, porque en la inmensidad de mi deseo abarca todas las inmolaciones y las abarca también al ofrecerme para todo a la divina voluntad.
Poco importa que en mi estado actual ni guste ni me dé casi cuenta de esa constante inmolación; en medio de las sombras en que vivo, la voluntad [109] y el amor, dicen, que están intactos y esa misma obscuridad, es una finísima y generosa inmolación, tanto más pura cuanto que en ella nada encuentra el Yo ni siquiera el divino gozo del dolor, pero la mirada de Dios (dicen) se complace grandemente.
Sin andar pensando si estaré engañada o no […] debo dedicarme a lo que Dios quiere, esto es, a repetir cada vez con nueva perfección las divinas palabras: “Este es mi cuerpo, esta es mi sangre”; por las cuales debo convertirme verdaderamente, en sacerdote, hostia y altar.
Señor, aquí me tienes; que se haga tu voluntad en mí, en las Obras, en mis hijos, en todo lo que me rodea. [112] Haz que se cumplan tus designios en mí. Aquí estoy, Señor, perdóname y que seas siempre Tú alabado y yo despreciada y olvidada.
Hace 50 años
El Consejo General aprobó con gusto el viaje del P. Roberto de la Rosa y tiene puestas en él grandes esperanzas. Un avance en el proceso y la “luz verde” definitiva para la edición del libro del P. Philipon sobre Nuestra Madre. (Disponible para su lectura aquí: “Diario espiritual de una madre de familia“).
Uno de los propósitos del P. Roberto es hacer llegar al Santo Padre el libro del P. Philipon. Para ello quiere valerse del Maestro General de los PP. Dominicos quien por su mismo cargo es “Maestro del Sacro Palazzo”, el P. Vicente Couesnongle, O.P.
El P. Couesnongle acaba de ser elegido Maestro General de los Dominicos. Hace poco tiempo, siendo Consultor General, buscaba al que pudiera ser el Censor del libro del P. Philipon sobre Nuestra Madre. Mientras lo hallaba, se puso a leer el libro. En “Cor Unum”, de marzo de 1974, publicamos extractos de una carta suya al P. Roberto de la Rosa; allí describe su impresión ante la lectura del libro. Permítasenos repetirla.
“Muy querido y reverendo Padre: Llegó lo que tenía que llegar. He leído el último capítulo sobre la Trinidad. Me ha conquistado y Usted podrá encontrar aquí mismo el NIHIL OBSTAT. He leído con mucha atención estas páginas. Síntesis admirable de profundidad que contienen los aspectos fundamentales de la fe, con un estilo original y muy personal. Todo está allí y de un modo admirable. Comprendo que el P. Philipon haya sido conquistado por esta doctrina y por esta alma, al mismo tiempo mamá y esposa muy amante. Uno se siente sobrecogido al leer el retrato de una madre preocupada por sus hijos y al mismo tiempo sus elevaciones sobre la unidad de la Trinidad, la Iglesia, el Sacerdocio, el Espíritu Santo. (Un nuevo Pentecostés…) Y se trata de la misma persona que ha amado a sus hijos y ha escrito y vivido todo eso…”
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Sabemos que delante de Dios no hay simples coincidencias. Todo es Providencia suya.
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Bendito y alabado sea Dios por todo.
Tomado del Cor Unum de Noviembre de 1974 -AHMSpS. Caja 13 p. 144
Hace 25 años
Noviembre de 1999
Concepción Cabrera de Armida -ya casi- Venerable
El pasado martes 19 de octubre de 1999 se llevó a cabo en el Vaticano, la Congregación Ordinaria de Cardenales y Obispos para examinar la vida y las virtudes de la Sierva de Dios Concepción Cabrera de Armida.
Esta reunión tuvo como objetivo el estudio cuidadoso de un documento llamado Relatio et Vota que contiene el juicio de nueve teólogos consultores sobre las virtudes heroicas de Nuestra Madre, las afirmaciones de los examinadores teólogos, sus dudas y las aclaraciones correspondientes. Contiene además las precisiones a las dudas que permanecieron, que formularon los Actores de la Causa, -es decir quienes presentaron a Conchita como candidato a ser beatificada-, expresadas en forma de respuestas directas, basadas en los documentos oficiales presentados durante el proceso.
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El examen versó sobre las virtudes llamadas teologales: la fe, la esperanza y la caridad, y sobre las virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. También se consideró la virtud de la humildad.
El juicio de los cardenales fue positivo. Es decir, han declarado que las virtudes de Conchita pueden llevar el calificativo de heroicas. O, mejor dicho, que la fama de santidad de la que gozó en vida y después de su muerte, tiene una base sólida en las virtudes que ejerció en grado heroico.
El paso siguiente será el que los Cardenales y Obispos presenten al Papa Juan Pablo II su parecer, expresado mediante un voto, en el que le soliciten al Papa que declare a Conchita, mujer mexicana, esposa y madre de familia, como “Venerable”, es decir, que puede ser presentada al mundo como un modelo en el que la mujer de nuestro tiempo pueda encontrar lo que le es propio y le conviene a su condición de mujer, llamada a ser, junto con el varón, un modelo de personalidad humana. […]
Nos llenamos de alegría y damos gracias a Dios por este paso tan importante en la Causa de Nuestra Madre y esperamos que dentro del presente año el Papa Juan Pablo II declare a Conchita, Venerable.
P. Carlos Castro Tello
Tomado del Cor Unum de Noviembre de 1999 -AHMSpS. Caja 31, pp. 139 – 140