Esta aventura empezó el domingo 27 de octubre al amanecer, saliendo desde Aguascalientes. La emprendimos Emilio, Core, Abel, Isaac, Jose Manuel y Alex, acompañados por Samuel y Perusi.
Metimos nuestras mochilas con lo necesario y pusimos rumbo a nuestro primer destino que sería Guadalajara. Lo primero que hicimos en el trayecto fue realizar nuestra oración comunitaria. Aunque es un sitio peculiar para realizarlas, siempre es importante situar los más importante en el centro y que sea el motor de nuestro día. Una vez llegamos a Guadalajara, fuimos directos al CECAP donde nos recibieron con una fraternal desayuno los acompañantes y las personas que nos iban a guiar durante el camino que eran Armando Tovalín, Jorge Eduardo “Bucky” y Raúl “Chino”. Después de haber desayunado y habiéndonos enseñado las instalaciones del CECAP, la Casa San José y la Casa Provincial nos dispusimos a celebrar en comunidad la eucaristía en la capilla de la Casa Provincial.
Juntos como hermanos sentimos la invitación de a mirar con ojos nuevos, de ver con claridad y abandonar nuestra ceguera como hacia Jesús con Bartimeo. Con un gesto sencillo, pusimos en la patena que nos íbamos pasando los unos a los otros, nuestras intenciones, nuestros deseos, nuestros anhelos de lo que esperábamos del Éxodo. Concluida la misa e impulsados por el Espíritu Santo dimos
pistoletazo de salida al Éxodo propiamente dicho.
Salimos de Guadalajara y nos pusimos rumbo a Nayarit. Ahí nos recibió con mucho cariño y amor la familia del hermano Saúl Ibarra. Nos deleitaron con la comida típica de Nayarit, camarones con coco, camarones en agua-chile, elotes y muchos más platos que estaban riquísimos. También aprovechamos ese momento para cuidarnos mutuamente, nosotros por la familia Ibarra y nosotros cuidando de la
familia que extraña a su hijo y hermano. Pudimos ver en primera persona las vivencias, los miedos, las alegrías, las tristezas que vive una familia que tiene un miembro misionero. Fue un comienzo muy bonito y emotivo que no solo nos lleno de energía por los alimentos, si no que también nos lleno el corazón de amor y tranquilidad. Una vez finalizada este reunión familiar, nos dirigimos al Seminario de
Santa María donde nos acogería la esa comunidad e íbamos a pasar nuestra primera noche. Celebramos juntos a los seminaristas las vísperas solemnes y compartimos junto a ellos una cena fraterna de tacos y chamucos. Terminada la cena, realizamos los últimos preparativos de nuestras maletas, retirando lo prescindible y repartimos la comida que iba a ser nuestro sustento y apoyo durante la semana. Nos fuimos a dormir nerviosos, con miedo, con ilusión de empezar a camina.
El lunes 28 de octubre, nos levantamos a las 3:30 de la madrugada para ganarle camino al sol y al calor. Salimos del Seminario a las 4:30 y empezamos a caminar en la noche más cerrada. Previamente en un momento de oración intencionamos el día e intencionamos por quien queríamos realizar el Éxodo. Ese ese primer tramo empezar las primeras conversaciones para conocerse y empezamos a sentir las
primeras sensaciones. Pasado el amanecer paramos a desayunar en San José de Mojarras. Ahí nos dio la bienvenida la familia de Doña Dora y pudimos gozar de su hospitalidad. Nos preparó un taquitos sudados exquisitos, que nos dio energía para afrontar el resto del camino. Después de una platica con la familia retomamos nuestro camino. El resto del camino transcurrió por plantaciones de agave, un calor asfixiante y un sol que pegaba muy fuerte. Tuvimos que realizar múltiple paradas para combatir el calor, la sed y el cansancio. También unas personas nos hicieron un tremendo regalo y realizaron un gesto enorme de solidaridad al regalarnos agua mientras íbamos caminando. Todos llegamos a nuestro primer destino que era el pueblo de Las Cuevas, el único incidente que tuvimos fue un susto que nos dio Tovalín por una bajada de tensión muy fuerte causa del esfuerzo de ese día, pero se pudo recuperar sin mayor problema. Nos habilitaron la capilla del pueblo para que pudiésemos dormir, descansar y ducharnos ahí. La tarde la pasamos tranquilamente descansando, recuperándonos y bañados en el rio del pueblo. Cenamos duritos con verdura y cueritos. Finalizamos el día con una oración de recupración y tomamos la decisión de todos continuar al día siguiente.
El martes 29 de octubre, siguiendo el plan del día anterior nos levantamos a las 3:30 de la madrugada después de nuestra primera noche durmiendo en el suelo. Pusimos rumbo a la Palmita, que era el sitio donde dormiríamos la segunda noche. Nada más salir de Las Cuevas nos enfrentamos a nuestro primer cerro. En el camino no vimos sorprendidos por una gran multitud de trabajadores, que también estaban despiertos a esa horas, dirección a su lugar de trabajo. La naturaleza en este día cambió radicalmente, paso de ser prácticamente desértico a estar rodeados por infinidad de arboles y flores preciosas. A mitad de camino paramos a desayunar en el negocio familiar de doña Emilia que nos preparó unos huevitos con jamón y frijoles. Descansamos y antes de reempreder el camino compartimos un momento de oración por el señor Antonio, marido de Emilia tristemente fallecido. Nos pusimos en camino
nuevamente hasta que llegamos a un río que no podíamos atravesar, ahí nos paramos a contemplar a los pescadores que realizaban sus labores cotidianas hasta que vino la barca que nos ayudaría a atravesar el rio. Ese momento en la barca nos gusto muchísimo, parecía de película total, a muchos nos puso en el papel de lo tuvieron que sentir los primeros misioneros. Al bajarnos de la barca empezó el verdadero reto del día, que era subir un cerro desde lo más abajo. Además se añadió otra complicación y era que muchas partes del camino estaban destruidas y afectadas por los daños frutos de las riadas que se produjeron a caso de la lluvias torrenciales que afectaron a esa zona. Nos sobrepusimos a estos problemas con mucha fraternidad y solidaridad ayudándonos para poder pasar los tramos más peligrosos. A mitad de camino tomamos un descanso y pusimos voz a las cosas inanimadas que nos rodeaban. Después de una gran esfuerzo, ayudándonos entre nosotros para poder avanzar y un largo trayecto llegamos a la Palmita. Nos ofrecieron la Escuela para que pudiésemos hacer noche ahí.
Comimos y disfrutamos de la hospitalidad de doña Olivia que nos ofreció una sopa con queso muy rica. También gozamos de la ayuda de la gente del pueblo que nos ayudó a resolver problemas con obtener agua para ducharse. La tarde transcurrió tranquila. Aprovechamos para descansar y sobre todo para compartir con los niños del pueblo que acudieron a nosotros con mucha ilusión y felicidad. Esos niños
fueron un chute de energía muy fuerte para muchos de nosotros. En la noche cenamos duritos con cueritos, disfrutamos de la estrellas y compartimos nuestra intimidades y aquello que el Éxodo iba suscitándo en nuestro interior.
El miércoles 30 de octubre, siguiendo el mismo planteamiento que los otros días para aventajarle al sol, nos preparamos para enfrentarnos a posiblemente el día más exigente. Saliendo de la Palmita subimos el primer cerro del día y caminamos con cuidado para evitar la caída por un desfiladero. Caminamos y nos vimos sorprendidos con un bello amanecer cuando llegábamos a la Cumbres, pueblo donde desayunaríamos un sándwiches y que se encontraba a la mitad del primer cerro. Una vez recargado fuerzas y ánimos nos dispusimos a seguir subiendo. Este tramo ya se empezó a hacer pesado debido al cansancio acumulado, a la subidas exigentes y al calor. Pero conseguimos llegar a una pequeña capilla dedicada a San Judas Tadeo donde descansamos un rato. El siguiente tramo fue una verdadera aventura, ya que, gracias a la generosidad de una familia que pasaba por ahí nos dieron ride hasta la presa de El Cajón. Esta fue una ayuda vital, ya que el tramo que seguía era una dura bajada por asfalto que podía lastimarnos gravemente las rodillas. En momento del ride también parecía sacado de película, produjo risas entre nosotros y fue un momento de hermandad muy bonito. Atravesamos la presa del El Cajón después de pasar por los controles de seguridad correspondientes y enfilamos el segundo y más duro
cerro del día. Fue muy exigente porque nos pillo en la horas centrales del día, con el sol en lo más alto, pero el mayor reto fue aguantar esa subida con el poco agua del que disponíamos. Nos ayudamos entre todos, intentando compartir el agua que traíamos y ayudándonos a llevar la mochilas. Con mucha desesperación, agotamiento pero con tesón y resiliencia conseguimos llegar todos sanos y salvos a Platanitos. Nada más llegar disfrutamos de una premio merecido en forma de jugos, coca, refrescos y atún con salsa. En Platanitos gracias a la generosidad de la gente, que nos dejó la capilla para poder dormir, de Modesto, que nos ofreció su casa para ducharnos. Gracias a Blanca, que nos preparó un riquísimo arroz con elotes y frijol; y gracias a al médico del pueblo que curó las molestias de algunos y nos regalo un garrafón de agua (esto es muy importante ya que no había agua en todo el pueblo, estábamos bebiendo pura coca, pero peor aun no íbamos a tener agua para el día siguiente y con este regalo si pudimos con que rellenar nuestras botellas) pudimos descansar.
El jueves 31 de octubre nos enfrentamos al último día de Éxodo. Subimos nuestro último cerro y al llegar a la cima pudimos disfrutar de un desayuno sencillo de galletas y jugo. En todo el día pudimos disfrutar de una perrita muy noble que de manera silenciosa y fiel nos acompañó. Descansamos en el Cortijo y enfrentamos la última parte de asfalto y un sol asfixiante. Ya muy cansados y con las energías
en reserva, nos adentramos en la maleza para llegar a nuestra tierra prometida y el fin de este Éxodo, llegamos a la Laguna de Santa María. Allí descansamos, nos dimos la enhorabuena y celebramos la Eucaristía. En esta celebración, con un bonito gesto nos intercambiamos los tenis y reflexionamos sobre lo que habrá vivido el hermano durante su caminar. Como premio final y merecido disfrutamos de un festín a base de chicharrón de pescado y ceviche. Fue el broche final a una experiencia que marcó nuestro camino y nuestro corazón.
Esta experiencia terminó regresando a Guadalajara donde nos acogió las comunidad de Cristo Sacerdote. Compartimos un día de turismo por Guadalajara y visitamos el HYCIG con motivo de la celebración del Día de Muertos. Finalmente después de dos noches ahí, regresamos a Aguascalientes.