A 128 años de la fundación del Oasis de mujeres

“Habrá una Congregación que se llamará Oasis, indicando el descanso de mi Corazón. Así serán las religiosas que la compongan”:[1] a 128 años de la fundación del Oasis de mujeres.

Dra. Mariana Gómez Villanueva

AHMSpS

El próximo 3 de mayo se celebran 128 años de la fundación de la segunda Obra de la Cruz: las Religiosas de la Cruz del Sagrado Corazón de Jesús (RCSCJ). Este evento representa un momento clave en la historia de la Familia de la Cruz, ya que facilitó la participación de importantes figuras del ámbito católico en apoyo a Concepción Cabrera y a las fundaciones que vendrían en el futuro. Entre estos colaboradores destaca Mons. Ramón Ibarra, cuyo compromiso y apoyo a las Religiosas fue constante, incluso antes de que la obra se concretara.

Aunque ya se ha escrito ampliamente sobre la historia de las Religiosas de la Cruz en otros espacios, hemos decidido presentar una fuente de vital importancia contenida en el Archivo Histórico de los Misioneros del Espíritu Santo. Si bien el documento original aún no ha sido localizado en otro archivo histórico, el AHMSpS conserva una copia a máquina de escribir que fue entregada al R.P. Edmundo Iturbide en el año 1960.

El documento al que hacemos referencia son las memorias de quien fuera, al menos de forma nominal, la primera Superiora, nombrada por el padre Alberto Cuscó y Mir:[2] la madre Ana Valdés. El texto que reproduciremos a continuación fue redactado por ella en octubre de 1919, cuando ya no formaba parte de la Congregación, aunque decidió escribirlo consciente de la relevancia que estos datos tendrían para el porvenir.

La historia de las RCSCJ comienza a delinearse en 1895, con la fundación del Apostolado de la Cruz. A partir de ese momento, Concepción Cabrera redactó numerosos textos relacionados con el llamado “Oasis de mujeres”, en los que plasmó el propósito de la Obra, sus reglamentos, estilo de vida y diversos aspectos vinculados con su carisma original. Todos estos escritos eran enviados al padre Mir, responsable en ese entonces de la fundación del Oasis y formador durante los primeros años de la naciente Congregación.

En 1896, el padre Mir fue trasladado de San Luis Potosí a Puebla y posteriormente a la Ciudad de México por la Compañía de Jesús. Desde allí se dedicó a predicar y a ofrecer sermones sobre el Apostolado de la Cruz. Durante uno de sus viajes a Toluca, conoció a dos jóvenes con una marcada vocación religiosa: Ana Valdés y María Albarrán. Ambas, animadas por el padre Mir, se convertirían meses después en dos de las primeras Religiosas de la Cruz. En los días anteriores al 3 de mayo, ellas y las otras dos novicias llegaron a la casa que sería el primer Oasis de mujeres. Poco a poco fueron organizando los pequeños detalles para la capilla de la casa, el orden y la limpieza, las oraciones y rezos, en fin, la vida cotidiana de la incipiente comunidad.

Las fuentes documentales redactadas sobre ese periodo resultan fundamentales para comprender el origen de las RCSCJ y cómo su historia se entrelaza con la de otras figuras relevantes, como Cabrera, Cuscó y Mir, Ibarra y las primeras hermanas de la Congregación. A continuación, presentamos un fragmento del documento previamente citado, el cual relata los acontecimientos que marcaron los primeros días de vida de las RCSCJ hace ya 128 años.

Apuntes sobre lo relativo a los principios que tuvo la Fundación de las Religiosas de la Cruz del Sagrado Corazón de Jesús

(…) Tocante a la casa encontramos una en Popotla en la calle de Cuatro Árboles núm. 24, fue de la aprobación del Padre, era casa grande con jardines a la entrada y dentro en el fondo; en seguida la tomó Dn. Octaviano [Cabrera] y a su nombre se hizo el contrato; como el Sr. Cabrera era persona acomodada de buena posición, él cubría todos los gastos de renta de casa,  y en las comparas él daba todo el dinero necesario; pasamos a los comercios y compramos para el Oratorio todo lo necesario, sin que el Sr. Cabrera omitiera ningún gasto, no faltó nada para el Oratorio.

Muebles de casa fueron solo los muy indispensables y decentemente como el personal que comenzó a formar la primera casa fue bien corto fueron pocos los muebles.

(…) La madre de María Albarrán era una Señora de mucha piedad y sólida virtud, sin ver nada ni conocer nada de la Obra a que iba a ingresar María la dejó irse conmigo con toda libertad.

Otra de las personas que fue de las cuatro primeras que entramos era María Álvarez, esta Señorita fue la única que siguió firme al Padre Mir de la reunión que él ya tenía, y una que entró como de hermanita que se llamaba Paula sin saber yo su apellido, era de San Luis Potosí; de manera que los nombres de las cuatro primeras que entramos era María Albarrán, María Álvarez, Paula y la que escribe estas líneas Ana Valdés.

Compradas ya las cosas y tomada la casa, el Sr. Cabrera y yo comenzamos a arreglar la casa; de nuestras cosas solo llevamos cama con todo lo necesario, y algunos otros objetos los muy indispensables, una vez todo preparado nos juntamos en la casa las cuatro el día 28 de Abril fiesta de San Pablo de la Cruz, fundador de los Padres Pasionistas, para preparar todo para el día 3 de Mayo que debía ser la bendición.

(…) El día 3 de Mayo de 1897 a las 7 fue la Misa en una pequeña Capilla que estaba cerca de la casa, era tan pobre y humilde la Capilla que era toda de madera y en todo pobrísima, la concurrencia que asistió a esta bendición y primera Misa eran de las principales familias de México porque el padre estaba muy relacionado de manera que hacía un contraste ver la Capilla tan pobre, las que formaban el pequeño grupo que iban a ser las primeras religiosas de la Cruz cuatro personas pobres en todo con traje negro y mantón; y la concurrencia bastante, casi toda de familias honorables, de manera que la Capilla estaba rodeada de carruajes.

Grande impresión me causa recordar este día; la Misa la dijo el Padre Mir rezada en silencio, comulgamos las cuatro, en medio de aquel silencio había recogimiento, y se presentía algo grande que nacía que brotaba en medio de aquella pobreza porque la Capilla toda respiraba pobreza.

Terminada la bendición y la acción de gracias nos fuimos a la casa y en seguida fue la bendición comenzando por el Oratorio y después las habitaciones; las familias después de asistir a la bendición tomaron su desayuno antes de retirarse.

Día feliz fue ese 3 de Mayo de 1897, quedamos por fin solas las cuatro en aquella tranquila casa, saboree por vez primera el gozo, la felicidad que el alma siente cuando dejando su familia, casa y cuanto tiene, queda sola con Dios y Señor viviendo solo para El; las cuatro comenzamos ese día a aprender lo que es la vida religiosa y el Padre comenzó a enseñarnos esas pequeñas prácticas diarias y continuas de la vida espiritual y religiosa que forman ese conjunto de abnegación y sacrificio; me enseñaba a mi en particular como debía de gobernar a las demás; vivíamos los primeros días con espíritu alegre de sencillez y caridad.

Los primeros días salíamos a oír Misa y comulgar a la Capilla donde había sido la primera misa esto duró bien poco tal vez 15 días porque pronto tuvimos la gran dicha de tener al Santísimo en la casa todos los días por el Padre Mir.

Hoy que recuerdo la sencillez, paz y gozo en que vivíamos esos primeros días que no sé si exagero pero me parecía un imperfecto remedo de la casita de Nazaret, porque el espíritu de Dios se hacía sentir en aquella casa.[3]


[1] Jesús Ma. Padilla, Cosas relativas a las RCSCJ, México, Edición Privada, p. 9.

[2] La primera Superiora General, ya con los permisos oficiales dados a la Congregación por el Vaticano, fue la madre Ana Cabrera.

[3] “Apuntes sobre lo relativo a los principios que tuvo la Fundación de las Religiosas de la Cruz del Sagrado Corazón de Jesús”.  AHMSpS, Gobierno, serie Congregaciones Hermanas, subserie RCSCJ, caja 321.

Discover more from Cor Unum

Subscribe now to keep reading and get access to the full archive.

Continue reading