María, Madre de la Iglesia evangelizadora y misionera

Alfredo José Ancona Cámara, MSpS

María acompañó a Jesús en muchos momentos de su vida apostólica, vemos que desde el comienzo del ministerio de Jesús, sobre todo en las bodas de Caná, Ella interviene y le pide que haga su primer milagro: «Jesús le contestó: “Mujer, ¿por qué me lo dices a mí? Mi hora aún no ha llegado”. Dijo ella a los que estaban sirviendo: “Hagan lo que él les diga”» (Jn 2,4-5). Así, María que acompañaba a Jesús con sus discípulos, va impulsando su misión evangelizadora y misionera, nos da ejemplo de llevar el mensaje de Jesús a los demás.

La figura de María, la Madre de Jesús, está presente en el relato de Pentecostés. Este evento en el que desciende sobre los Apóstoles el Espíritu Santo en formas de lenguas de fuego y les otorga la capacidad de hablar en diferentes lenguas (Hch 1,14; 2,1-4) les permite ser enviados a evangelizar a todos los pueblos. Desde entonces está María, está también presente y acompañando a los apóstoles en su misión evangelizadora.

La idea de María como Madre de la Iglesia es una doctrina que se desarrolló más tarde en la historia del cristianismo, especialmente en la tradición católica. El título de Madre de la Iglesia se atribuye a María como una figura materna que intercede por los creyentes y acompaña a la Iglesia en su misión evangelizadora. Fue promulgado como dogma por el papa Pablo VI en 1964, durante el Concilio Vaticano II.

Contemplamos también a María, que en la humildad y en el silencio acompaña a la Iglesia, la cuida y la protege, como lo hizo con su hijo Jesús. Ella ora e intercede por cada uno de sus hijos y sus hijas, pues es una madre buena y amorosa, que siempre está pendiente de nosotros.

María es ejemplo para nosotros de fe y devoción, ya que como intercesora y protectora nos recuerda el papel que tiene como Madre de la Iglesia, María es Madre de la humanidad, pues conoce bien las necesidades y las aspiraciones de cada persona. Por eso, Ella intercede para que «todos los pueblos, los que se honran con el nombre de cristianos, así como los que todavía no conocen a su Salvador, puedan verse felizmente reunidos en paz y concordia en el único pueblo de Dios para gloria de la santísima e indivisible Trinidad» (cf. LG 69).

El padre Félix de Jesús Rougier, con su formación Marista, nos ha enseñado el amor a nuestra Madre del cielo y nos invita a tenerla siempre presente en todas nuestras actividades y a tenerle una profunda devoción, amor, cariño. «Con María todo, sin Ella nada»; con esta frase, que tanto repetía, nos enseñó a vivir en compañía de María. Es un programa de devoción mariana para nosotros sus hijos.

Nuestra vocación es un llamado a ser misioneros, a evangelizar. María nos da ese ejemplo desde el comienzo de su llamado, ella es para nosotros un gran ejemplo de cómo con su testimonio de generosidad, entrega, donación y sacrificio nos invita a imitarla en su misión como evangelizadora y misionera en la Iglesia. Que Ella, como nuestra Madre y ejemplo a imitar, nos ayude a vivir nuestra vocación misionera.

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